viernes, 4 de febrero de 2011

Una artículo brillante, muy realista...

Pensamientos incorrectos El nuevo matrimonio Por Rolando Hanglin Especial para lanacion.com .Martes 18 de enero de 2011 He leído que, en Francia, cumple diez años el PACS: pacto civil de solidaridad. Es una institución que algunos comparan con un "matrimonio atenuado" y acorde con las necesidades de los tiempos modernos, caracterizados por el compromiso ligth. El PACS fue ideado como contrato civil para la protección de las parejas homosexuales: permite compartir legalmente una pensión, una vivienda (más allá de la muerte de uno de los contrayentes) un sistema de beneficios sociales como atención médica, vacaciones, etc. Para establecer un PACS no se requieren testigos ni mayores ceremonias. Alcanza con que dos personas, cualquiera sea su sexo, se presenten con su partida de nacimiento, su DNI y su declaración conjunta de convivencia. Según el PACS no se deben fidelidad, sino sólo asistencia mutua en caso de necesidad o enfermedad. Al cabo de esta década inicial, se verifica que son las parejas heterosexuales las que están optando por el PACS, en un porcentaje abrumador: 93 por ciento. Al mismo tiempo, cada vez son más los homosexuales que se casan. Por lo menos en la Argentina, donde el matrimonio igualitario es una novedad. Medio en serio, medio en broma, mucha gente ensaya una chanza consabida: "Sólo los gays quieren casarse". A mi modo de ver, el matrimonio tradicional, tal como lo vivieron nuestros padres y abuelos, ha perdido gran parte de su atracción. Antes era la unión de un hombre y una mujer para formar una familia, con las solemnidades del caso. Ya no. En la actualidad, el matrimonio viene seguido por un divorcio al cabo de seis meses, dos años o una década. Todos se sienten perjudicados por el mal rato que supone un divorcio. La mujer, porque siente que ha entregado "sus mejores años" a un proyecto que fracasó, y de golpe se encuentra avejentada, fuera de carrera para buscar otra pareja o un empleo productivo, atareada por unos hijos malcriados y convertida en un lastre para el ex-marido, que busca una vida mejor y una pareja más joven. El ex-marido también se siente perjudicado. En efecto: le retacean el contacto con sus hijos, lo obligan a pagar una cuota alimentaria de por vida, le incautan su vivienda. Se ve ante la necesidad de armar una segunda vida, sin vivienda propia, sin una familia detrás... ¡Y todo con el mismo sueldo!, Todos saben que la Barbie se casa con Ken. Una broma clásica de humor negro señala que la Barbie divorciada tiene el auto de Ken, los hijos de Ken, la casa de Ken y la cuenta bancaria de Ken. En esto terminan muchos sueños dorados. Por una u otra razón, todos están disconformes con el matrimonio. Todos le tienen miedo. Sobre todos los hombres. A esta altura, no es un secreto que los varones jóvenes se niegan a convertirse en hombres. ¿Para qué? ¿Para que te lo quiten todo? ¿Para que te acusen de discriminador, golpeador, machista, autoritario y todas las demás "virtudes" que adornan al hombre actual? No puede ser casualidad. En las calles, en las playas, en los canales de televisión, en los teatros, en las universidades, son millones los varones homosexuales. No así las mujeres lesbianas, que tienen en la sociedad una presencia discreta. Son las de siempre. Nada ha cambiado en el último siglo. En cambio, los varones homosexuales forman una extraordinaria muchedumbre que llena los aeropuertos, los hoteles, los teatros y los registros civiles. Algo especial está ocurriendo. En mi opinión, ese "algo" que sucede es lo siguiente: la palabra Hombre ha dejado de ser un elogio. Algo deseable, respetable, encomiable. Nadie quiere ser hombre, como nadie quiere ser asesino serial, genocida o torturador. No es un horizonte promisorio para ningún ser humano del año 2010. Desde luego, los más perjudicados por el divorcio resultan ser los hijos, y no porque les falte afecto o contención familiar, sino porque se crían con padres culposos y madres caóticas que dicen a todo que sí. Carecen de límites y eso los hace infelices. Tal vez averiado como está el viejo matrimonio hombre-mujer, algún legislador pueda idear un PACS a la argentina. Justo, Libre y Soberano. Justo: que cada uno retenga sus bienes propios, sin incautaciones inhumanas como la de Barbie y Ken. Libre: que pueda disolverse con una simple carta certificada unipersonal al Juzgado, como ocurre con el PACS en Francia: sin litigios, abogados ni honorarios. Y Soberano: que la parte alimentante no se vea en la obligación de "mantener en los alimentados el nivel del vida que tenían cuando vivían con dicha parte" (insólita expoliación) y que no exista ninguna exclusividad -a la hora de otorgar la tenencia de los niños- de la madre, más allá de lo que aconseja el sentido común. Como se ha afirmado millones de veces, los hijos necesitan cada día un padre y una madre. Seguramente hay otros criterios: millones de mujeres se sienten explotadas, desechadas y abandonadas por maridos prófugos. Todo está cambiando de tal manera, en el escenario familiar, que ya es hora de concebir nuevas leyes, más abiertas y menos presionadas por la ideología feminista o su opuesto, la clerical. O sea: un verdadero matrimonio civil entre dos iguales. Siempre existirá, para los creyentes, el matrimonio religioso de cada confesión, con sus ritos y exigencias propias... y es una suerte que así sea.

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